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Fotografía © Miguel Ramudo.

“El Arte de dar clase” (según un lingüista)
Daniel Cassany, Anagrama, 2021.
Por Fernanda Fontecilla
R
ecomendable absolutamente este libro para quienes hacemos clases. Es un verdadero manual para profesores que no quieren perder la atención y el interés de sus estudiantes, especialmente en un contexto de competencia desleal con este gran profesor lleno de contenidos atractivos llamado internet.
El autor, sin embargo, no demoniza lo virtual, sino que hace una invitación a adaptarse y a hacer convivir lo que llegó para quedarse, con una velocidad vertiginosa, en tiempos de pandemia. Da varias recomendaciones para potenciar el aprendizaje usando herramientas digitales y análogas, así como sugiere muchos recursos virtuales sumamente útiles para los alumnos y también para los profesores. Además hace un llamado a los profesores a asumir los roles de “curadores” de contenidos dentro de la gama infinita de la web y de “mediador” para explicarlos y contextualizarlos, abandonando el rol tradicional del maestro como “emisor” único de éstos.
Asimismo, es un ABC de prácticas correctas, eficaces y apropiadas para que los estudiantes pongan atención y la mantengan en la clase. También habla (a veces demasiado en detalle) de las situaciones que hay que evitar y de las acciones que muchas veces cometemos los profesores de manera errónea. Es cierto que se centran en clases de lingüística, que es su especialidad, pero sus consejos son totalmente extrapolables a cualquier disciplina. Uno de los que más me llamó la atención es que los docentes no deberíamos hablar más de un 25% de la clase. Toda una revolución para quienes tenemos pavor a los silencios incómodos en clases donde los alumnos se rehúsan a hablar e intentamos desesperadamente llenar esos “vacíos” con “más cháchara”.
Pero lo que más me motiva a recomendar este libro es lo relacionado con estrategias creativas para estimular los aprendizajes y romper con las dinámicas de trabajo convencionales. Muchas de éstas no son para nada nuevas, ni tampoco inventos de Cassany, pero las rescata para producir lo que él llama “situaciones de aprendizaje”. Habla por ejemplo del trabajo en equipo como forma eficiente de aprender, bajo la premisa de que se aprende más colaborando que compitiendo. A partir de esa lógica propone ejercicios tales como “Apuntes cooperativos” donde después de que el grupo escucha una charla o lee un texto, cada integrante debe seleccionar 10 conceptos y luego, negociar sobre cuáles son los 3 más importantes.
Otro ejercicio es el “Cuento Semiimprovisado”, donde el docente empieza una frase de una narración y los alumnos deben ir completándola. Cada cierto rato, el docente interviene nuevamente agregando otro elemento a la trama y los estudiantes continúan la narración hasta terminar con un texto de producción colectiva e imprevisible. Y por último, una de mis prácticas favoritas, provenientes del surrealismo francés, los “Cadáveres exquisitos”, donde un estudiante escribe una frase, la cubre para que nadie la vea y le pasa la hoja a un compañero, quien hace lo mismo y así sucesivamente. Al final se construye un texto coelctivo también donde el desafío es ponerle coherencia a todas estas frases que se escribieron por separado. Como dato pop dicen que Cerati componía así.
Interesante ¿no? Y acorde con los principios que adhiere y promueve la Fundación Cultural Las Gracias.